miércoles, 18 de junio de 2008

DESDE EL EVANGELIO: DÍA DEL PADRE

No es sólo dar vida, sino cuidar las condiciones que permitan su desarrollo y crecimiento. Con su presencia el Padre es custodio de la vida en un sentido superior.

Por Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


Creo haberles comentado la importancia que en Aparecida se le dio al tema del varón, del padre, tanto respecto a su familia como de la comunidad: “El varón, nos dice, desde su especificidad, está llamado por el Dios de la vida a ocupar un lugar original y necesario en la construcción de la sociedad, en la generación de la cultura y en la realización de la historia” (Ap. 459). Esta valoración de su figura nos habla de una presencia que ocupa un lugar insustituible en la vida de la sociedad.

En este día nuestra mirada agradecida y nuestro afecto se dirigen a ustedes, queridos padres. Para algunos existe aún la posibilidad de un encuentro personal, a otros nos queda el recuerdo que se hace oración. Su presencia y misión de padres adquiere su plenitud de significado en el seno de la familia. Podemos distinguir roles en la vida familiar, pero nunca separarlos. Hoy deseo compartir algunas ideas.

Creo que podemos hablar del talante paternal, como una dimensión que define sus vidas y misión. El talante, en este caso, sobre una base biológica, nos habla de una actitud propia que va marcando el estilo y ejercicio de la paternidad. La paternidad es una relación que hay que asumirla y amarla. En el hombre, en cuanto ser espiritual, todo pasa por su libertad y compromiso. No hay un determinismo que nos instala y nos exime de la tarea de asumir un comportamiento.

La paternidad engendra vida, pero también debe crear las condiciones para su crecimiento. Debe evitar todo aquello que dificulta o enrarece el ambiente y hace imposible vivir. No es sólo dar vida, sino cuidar las condiciones que permitan su desarrollo y crecimiento. Con su presencia el Padre es custodio de la vida en un sentido superior. La paternidad es, además, palabra de perdón, no cierra el camino al diálogo y la amistad. Es propio del talante paternal crear las condiciones de un clima de sinceridad y de corrección, que permitan el encuentro y la reconciliación. Cuántas heridas no se sanan en una familia, porque falta la grandeza del perdón.

La paternidad se manifiesta, también, en la paciencia. El Padre sabe esperar el tiempo del otro, no refiere todo a su tiempo y a sus gustos. Esto supone sabiduría y fortaleza espiritual, que son virtudes que enriquecen su misión de padre. Esta paternidad sin demagogias debe educar en el sentido del deber. El amor del Padre es exigente y sabe poner límites, porque busca el bien de su hijo. Su palabra debe tener esa sana exigencia que ayuda a romper el narcisismo, el egoísmo o los caprichos, y permite al hijo abrirse al mundo de la auténtica libertad y responsabilidad.

Queridos padres, he querido presentarles algunas notas de lo que llamaría el talante paternal, como un estilo o actitud que hace al bien de sus hijos y la cultura de la sociedad. Cuánta grandeza e importancia social tiene la vida de ustedes! Reciban en este día, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición de Padre y Obispo.



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