sábado, 13 de septiembre de 2008

Carta a los docentes



Los titulares de diarios y noticieros cuando tratan el tema de la educación, parecen preocuparse únicamente de la violencia escolar, el estado de los edificios o los conflictos por un salario digno.

Por Mons. Jorge Lozano
Obispo de Gualeguaychú


Queridos docentes:

Antes que nada: ¡¡Feliz Día!!

Quiero aprovechar esta celebración para compartirles algunas reflexiones. Al hacerlo tengo presente la vida de muchos de ustedes.

Docentes de niños, jóvenes y adultos.

En las ciudades.

En el campo.

En lugares muy pobres donde se enseña y se aprende en las escuelas de gestión estatal y privada.

Los que se dedican a quienes tienen capacidades diferentes.

Los que recién se inician en la docencia y quienes están por jubilarse.

Los que se abocan apasionadamente a la tarea educativa y los que no sienten gran motivación.

Varones y mujeres.

Los que están gratificados en la comunidad educativa y los que viven con desaliento. Quienes con sacrificio viven lejos de su familia o andan en nuestras rutas haciendo dedo entre una escuela y otra.

En fin, quisiera en este tiempo tenerlos a todos en mi corazón de pastor y agradecerles por todo lo bueno y noble que construyen día tras día.

Los titulares de diarios y noticieros cuando tratan el tema de la educación, parecen preocuparse únicamente de la violencia escolar, el estado de los edificios o los conflictos por un salario digno. Sin duda cuestiones importantes. Poder reflexionar también acerca de la educación en su dimensión transformadora nos anima y alienta en nuestra tarea cotidiana.

Qué reconfortante es poder centrarnos como adultos docentes en el lugar de verdadero encuentro que entraña la escuela. La V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe el año pasado en Brasil nos ilumina una vez más en su invitación a ser “discípulos y misioneros” y al emprender esta nueva etapa el encuentro con Jesucristo, nuestro Maestro, es decisivo y determinante.

¿Cómo no trasladar esa experiencia a la educación? Ella no podrá garantizarnos vínculos de amor si antes no experimentamos la belleza de este encuentro.

Hoy, como siempre, la educación es el lugar privilegiado donde podemos soñar un futuro en el que todos nos desarrollamos felices y realizados. Anhelo llamado a hacerse concreto y tangible transformando las realidades injustas.

Son las palabras enseñadas, la historia de nuestro pueblo que se relata y comparte con testimonios de vida ejemplares las que van constituyendo a nuestros niños y jóvenes en adultos comprometidos con este destino de libertad. No dudemos que también son esas palabras y testimonios las que van gestando en ellos deseos de protagonizar un futuro más justo y más fraterno.

Cuánta más atenta debe ser nuestra mirada docente cuando sabemos que esos mismos niños y jóvenes buscan modelos de vida para poder proyectarse hacia el bien común. Qué hermoso es poder constatar que muchas de sus opciones tienen íntima relación con esta transmisión. Sos catequista y misionero o misionera. Tus alumnos te miran a vos. Puede ser que “no des catequesis” pero ellos te observan y tu vida da pautas de vida. Tu sonrisa, tu comprensión, paciencia, el dar ánimo al más postergado, sanar las heridas, te hacen parecer a Jesús Maestro.

Y cuidate de dos tentaciones: el escepticismo que hunde en la mediocridad y la omnipotencia que te hace cortarte por las tuyas.

Dicen que estamos en una sociedad que padece de crisis de sentido. Y es así. Hay mucha desorientación y confusión. Como expresión de este fenómeno, observadores de distintas corrientes de la realidad social ven que la adolescencia se extiende casi hasta los 30 años. Y cuántas veces nos llegan frases como éstas: “los jóvenes son inseguros” o “no saben lo que quieren”. Pero eso es responsabilidad de los adultos.

Los “grandes” no estamos haciendo bien los deberes, pero el aplazo lo llevan “los pequeños”.

En el aula todos los días tenés a los chicos cuyos papás dicen: “no sé que hacer con mi hijo” y anhelan que vos, también de carne y hueso, hagas maravillas. A veces parece que la escuela debe ocuparse de completar todo lo que otros dejan de hacer, sea la familia, la sociedad, el Estado… Se que te duele cuando alguno de tus alumnos abandona la escuela por ir a trabajar o haber repetido varias veces; o viene a clase sin haber comido y dormido bien. ¿Llegará el día en que haya igualdad de oportunidades para todos?

Para muchos chicos y jóvenes vos sos el adulto o el joven adulto que más horas los ve por día. ¿Una cuota extra de responsabilidad para vos?

El horizonte se ve a lo lejos cuando el origen es claro. Nacemos del amor de Dios. La vida no es una casualidad, un castigo. Es un regalo de Dios.

El dolor, la decepción, el abandono que algunos han sufrido les ha hecho ver la vida como una “herida absurda”; pero cómo cambia el ánimo cuando nos sabemos amados desde siempre. Y vos, maestra - maestro, muchas veces sos la cara de la reconciliación.

Tenemos la certeza de no estar solos en esta tarea. Gracias a Dios podemos reconocer en la educación su sentido comunitario. Es un camino que no se puede transitar en solitario. La comunidad educativa —alumnos, padres, directivos, docentes, administrativos, maestranza… — nos estimula a compartir las alegrías, a animarnos cuando estamos desalentados y a renovar nuestra vocación.

Éste es un momento que requiere compromiso y responsabilidad. En nuestra Provincia se está trabajando para elaborar una nueva Ley de Educación que confiamos pueda ayudarnos mejor en la tarea cotidiana.

Pido a Dios te fortalezca en la tarea hermosa de despejar horizontes de sentido. Cualquier rumbo no da lo mismo.

Jesús nos conceda entrañas de misericordia. Otra vez: ¡Feliz Día!


+Jorge Lozano
Obispo de Gualeguaychú

Escríbanos a ed.dia7@gmail.com

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