Hoy en día, los hombres y mujeres están aburridos y descontentos; se vuelven entonces hacia la lujuria para compensar su aflicción interior, sólo para, al final encontrarse hundidos en una mayor desesperanza. Como dice San Agustín: “Dios no obliga al hombre a ser puro; deja solos exclusivamente a quienes merecen ser olvidados”.
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