miércoles, 18 de junio de 2008

AÑO PAULINO UNIVERSAL EN LA DIÓCESIS DE ZÁRATE-CAMPANA

El Año paulino proclamado por Benedicto XVI tiene mucho de aquella exhortación a la transformación en el Amor y a la «nueva imaginación de la caridad» a la que nos llamara Juan Pablo II en Novo Millenio Ineunte.

Por Mons. Oscar Sarlinga


Carta pastoral del obispo de Zárate/Campana con motivo del año paulino

I
PROCLAMACIÓN DEL AÑO PAULINO UNIVERSAL, EN LA VÍA DE «JESÚS-CAMINO»

El Santo Padre nos ha dado una gran alegría y una oportunidad de reavivar en nosotros la gracia de la unidad y de la evangelización. Así pues, en la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma, el 28 de junio de 2007, durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, el Papa Benedicto XVI ha convocado a toda la Iglesia al Año Jubilar Paulino(1), el cual tendrá lugar desde el 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009, con motivo del bimilenario del nacimiento del Apóstol Pablo.

El nacimiento de Saulo, en efecto, que según los historiadores se sitúa entre el año 7 y el año 10 de nuestra era, marca un acontecimiento providencial en lo profundo eclesial, puesto que Pablo, una vez convertido a Jesucristo, se transformó en «Apóstol de las Naciones» y extensor de la Iglesia peregrina, llamada a testimoniar a Jesucristo ante todos los pueblos.

Porque, habiendo sido celante cumplidor de la Ley, según la interpretación que efectuaba, y creyendo de verdad actuar según los preceptos de aquélla, Saulo, el perseguidor, pidió licencias para ir en búsqueda de los discípulos de Cristo, en Damasco, con la finalidad de apresarlos (cf. Hech 9, 2). Pero el acontecimiento que irrumpió él no podía preverlo: era su nuevo nacimiento, el ser nuevo que se hacía presente.

En el camino, por la acción del Espíritu Santo, experimentó un decisivo encuentro con Cristo, quien lo convirtió en un Enviado para propagar Su Evangelio en medio de los paganos (cf. Hech 9,3ss). De hecho, la fiesta de la «conversión» de San Pablo nos habla de este «vaso de elección» escogido por Dios para serle "testigo ante todos los hombres" (Hech 22,15). Testigo con una visión y anhelo universal, como la Iglesia misma, «…necesaria para la Salvación» (2), la cual, desde el día de Pentecostés, ha manifestado la universalidad de su misión, que es, a la vez que asumiente de las insondables riquezas de la humanidad(3).

Por eso, hermanos y hermanas de esta diócesis, el objetivo del Año Paulino es profundizador y evangelizador, esto es, además de ser tiempo propicio para dar a conocer más y mejor la persona, ser, obra y acción del «Apóstol de las Gentes», lo es sobre todo para invitar a todos los creyentes en Cristo y a los hombres de buena voluntad a profundizar en el inspirado paulino mensaje de vida en Cristo, el mensaje de Salvación. Lo es para dejarnos hacer por Dios y su gracia, para producir una eclosión de fe, esperanza y caridad (sin olvidar la dimensión social de ésta, la solidaridad), en un mundo que tanto necesita de estas virtudes.

Este tiempo de gracia es ocasión propicia también para que reflexionemos en la relación esencial entre justicia y caridad, virtudes inseparables, tema al cual el Papa le ha dedicado una especial consideración en la segunda parte de su Encíclica «Deus Caritas est» (4). No existe caridad sin justicia. Al mismo tiempo, el cristiano está llamado a buscar siempre la justicia, llevando dentro de sí el impulso superador que proviene del Amor, que supone la justicia y la trasciende. Reaprender a ser justos, a compartir, a crear condiciones de justicia y paz, implica abrir el corazón a Dios y a los hermanos. Que sea éste un tiempo en que podamos ver cómo la fe abre puertas extraordinarias al trabajo por un orden justo en la sociedad, a una «caridad social» rectamente entendida y aplicada, y en particular en lo referente a los fieles laicos, en la participación personal en la vida pública, cooperando con los demás ciudadanos(5).

De tal modo, el Año paulino proclamado por Benedicto XVI tiene mucho de aquella exhortación a la transformación en el Amor y a la «nueva imaginación de la caridad» a la que nos llamara Juan Pablo II en Novo Millenio Ineunte, ese gran programa pastoral para el IIIer. Milenio.. Desde esta perspectiva, este año de gracia 2008-2009 viene a consistir para nosotros en un ponernos en la vía de «Jesús-Camino», con la significación, por ende, de ser ocasión privilegiada para la pastoral, para todos los agentes de ésta, sean los curas párrocos y sus colaboradores, los catequistas, religiosos y religiosas, laicos y laicas comprometidos, con el fin de profundizar en el pensamiento de San Pablo y en la obra de la gracia en él, de promover la lectura espiritual y los estudios acerca de las Cartas, paulinas, las cuales, en y desde el Espíritu, nos confirmarán en la fe, haciendo que podamos cada día crecer en el testimonio de vida de «hijos de la luz» (cf. Ef. 5,8), afianzándonos también en nuestra «cordial pertenencia a la Iglesia» (sabiendo que «cordial» proviene de «corazón», y apartando de nosotros toda dañosa división). Ello nos afianzará, al mismo tiempo, en nuestra misión como evangelizadores y en nuestro empeño por un ecumenismo verdadero y por un fructífero diálogo interreligioso, en la Justicia y en la Paz, en apertura amorosa al Espíritu del Señor.

Es ese mismo Espíritu el que " (…) nos identifica con Jesús-Camino, abriéndonos al misterio de salvación para que seamos hijos del Padre y hermanos unos de otros; nos identifica con Jesús-Verdad, enseñándonos a renunciar a nuestras mentiras y propias ambiciones, y nos identifica con Jesús-Vida, permitiéndonos abrazar su plan de amor y entregarnos para que todos tengan vida en Él" (6) , como nos lo refiere el Documento de Aparecida. Parece como un resumen del apostolado de Pablo.


II
SER, PENSAMIENTO Y ACCIÓN DE SAN PABLO

La conciencia psicológica y moral de Pablo como Apóstol de Jesucristo es manifiesta en su pensamiento, tal como lo expresa en algunos de sus escritos (como por ejemplo en Rom 1,1). Dicha conciencia parte de un Llamado (como lo expresa en Rom 1,1: “siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación”) el cual selló su misma existencia, para anunciar el evangelio. Este anuncio manifestaba «la razón de su vida», pues no era otra cosa que la expresión de su total conversión a Jesucristo y su total reconocimiento de Él como Mesías y Señor. Es lo que podemos llamar el «Cristo-centramiento» de San Pablo, a partir de la centralidad de Cristo Señor, el Cual tomó su entera vida, al punto que así lo exclama en la carta a los Gálatas: "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (2,20).

La conciencia psicológica y moral a la que nos referimos era tanto más clara cuanto que Pablo, elegido “para anunciar el evangelio de Dios”, no poseía una presencia significativa y, según parece, su palabra (pienso que en el sentido de elocuencia o retórica) era considerada «despreciable» para sus adversarios.

El Papa Benedicto no duda en afirmar que el éxito del apostolado paulino dependió sobre todo de un empeño personal en anunciar el Evangelio con total y valiente «dedicación» a Cristo, sin reparar en dificultades y peligros(7) , a imagen de cómo era, por otro lado, la vida de los XII Apóstoles, quienes, «movidos por el Espíritu Santo, invitaban a todos a cambiar de vida, a convertirse y a recibir el bautismo»(8) , en una predicación también riesgosa y en nada exenta de contradicciones de parte del ambiente. El servicio evangelizador de Pablo se caracteriza por la santa insistencia en la «conversión» («metánoia») exigida por la fe en Jesucristo, conversión que lleva a revestirse de Él y a caminar en la novedad de vida en el Espíritu (a la cual se refiere en el capítulo 8 de la Carta a los Romanos).

Pablo anunció con valentía («parresía»), y sin temor al rechazo o al desentendimiento, que es la Cruz de Jesucristo posee valor salvador y que es Su gloriosa resurrección la que nos da la «novedad» perpetua del cristianismo, la religión de una vida nueva, la del Amor (cf. Rom 6,4), ese Amor que derriba los muros del odio y de la división y hermana a los seres humanos, hechos «creaturas nuevas» (cf. Efes 2,14), liberados (Cf. Gal 5,1) e iluminados por Jesús (cf. Efes 5,8) en el Espíritu. Así, el Apóstol exhortaba a todos a no tener miedo en el cumplimiento del ministerio eclesial, basado en que el Señor no ha dado a sus discípulos un espíritu de «timidez» -y menos todavía de pusilanimidad- (Cf 2 Tim 1,7), y fundado en la convicción de que la gracia de Cristo siempre nos acompaña, incluso en medio de las fatigas y cansancios (Cf 1 Cor 15,10).

Si Cristo era la fuente de la vida de Pablo y de la acción apostólica que desenvolvía, por ello mismo él supo ver en la Iglesia el «Cuerpo de Cristo» (Cf. Ef 4,4) al que amó y sirvió con todo su ser. Pablo se dedicó a edificar la Iglesia, a fundar y consolidar las comunidades eclesiales que estaban a su cargo (Cf 1Tes 1,2ss). En la Iglesia, todos los miembros están unidos por la gracia del bautismo y animados por la fuerza del Espíritu Santo. Así, evangelizar y extender la Iglesia llevó lo esencial de la vida de Pablo, como exclama en la carta primera a los Corintios: "Ay de mí si no evangelizara" (1 Cor 9,16). Un evangelizar para nada reducido a un mero anuncio teórico sino centrado en el discipulado, en el conocimiento y vivencia de la Palabra de Dios (Cf. Mt 28,19-20). En esto, en su «pasión por la Iglesia», nunca cesó, incluso durante el aprisionamiento previo a su muerte (cuando estaba en custodia pública como delincuente común), habiendo proseguido en interesarse personalmente por la marcha de las iglesias y el apostolado (Cf 2 Tim 4,11). El Apóstol era Pastor de las Ovejas.

Por fin, al final de su vida en esta tierra, aproximadamente en el otoño del 66, como dijimos, nuevamente prisionero en Roma (Cf 2 Tim 4,9.21), sufrió una expeditiva condena condena capital de resultas de la cual fue decapitado, según la tradición, junto a Tre Fontane (Acquae Salviae), probablemente en el año 67. Combatió el buen combate, conservó y nos dejó la fe.

III
LA UNION DE PEDRO Y PABLO

A riesgo de alargar un poco estas páginas, deseo también atraer la atención de ustedes sobre la unión inseparable de la misión paulina respecto de la misión petrina. La misión de Pablo es indivisible de la misión de Pedro, la «piedra» sobre la cual el Señor quiso edificar su Iglesia. En este IIIer. Milenio que hemos iniciado, el mensaje de Pedro y Pablo es más actual que nunca. Ambos Apóstoles son inseparables en su ser y en su acción. Nuestros oídos siguen escuchando la voz de la invitación que Pedro, junto con su hermano Andrés y con los primeros discípulos, escuchó de Jescristo mismo: «rema mar adentro, y echen sus redes para pescar» (Lc 5, 4)(9) . Ha sido la invitación que en el la carta apostólica «Novo Millenio ineunte» nos dirigiera el Papa Juan Pablo II, como incentivo para el proyecto pastoral en el tercer Milenio de la era cristiana, tal como lo indicáramos más arriba.

Pedro, después de la pesca milagrosa, recibió el anuncio de su vocación y elección: se convertiría en «pescador de hombres» (Lc 5, 10). Pablo, que recibe su elección y misión camino a Damasco, nos pide hoy a todos nosotros el reavivar la gracia recibida, como lo hizo a su discípulo Timoteo, Obispo, a quien el «Apóstol de las Naciones» le solicita reavivar continuamente «la gracia recibida por la imposición de las manos» (cf. 2Tim 1,6). En uno y otro caso podemos ver cuánto es necesario reafirmar (con fe, con humildad, con valentía apostólica) nuestra pertenencia a la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Pero el éxito de este emprendimiento no depende de un esfuerzo voluntarista. Podremos hacerlo sólo si antes dejamos entrar la luz de la gracia y así reforzamos nuestra opción profunda de seguimiento a Jesucristo, el Señor, «ho Kýrios». Siguiendo la exhortación paulina, y «acordándonos de Jesucriso resucitado de entre los muertos», así viviremos y tendremos parte en el Reino, con Él (Cf 2Tim 2,8.11.12.).

Cual consecuencia vivencial de lo anterior, la unión afectiva y efectiva con el Sucesor de Pedro, el Papa, la comunión orgánica como Iglesia, nos hará entrar de lleno en la corriente de gracia de la misión de Pedro y Pablo y traerá grandes frutos de evangelización y de promoción de la persona humana.


IV
LAS CELEBRACIONES Y ACTIVIDADES EN NUESTRA DIÓCESIS

Como sabemos, en la Iglesia particular se dan todas las notas de la Iglesia universal. Nuestra diócesis de Zárate-Campana fue creada 21 de Abril de 1976 por su Santidad Pablo VI (quien tomó ese nombre por el Apóstol de las Gentes), y abarca una vasta zona, densamente poblada, la cual por lo demás ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años. Como diócesis es «joven» (recordamos aún la celebración del XXXmo. aniversario, en 2006), geográficamente muy variada, y a la que todos nosotros hemos querido encaminar, en profundo consenso pastoral, en «estado de misión».

Como región, en cambio, tiene en su haber algunas de las circunscripciones parroquiales más antiguas de Buenos Aires, localizadas principalmente en el «decanato rural», tales como Santiago del Baradero –que, con 370 años, es la más antigua de la actual Provincia civil-, San Antonio de Areco y Exaltación de la Cruz. Las ciudades principales y más populosas, en cambio, pertenecen a los tiempos del proyecto-país de la Argentina de los ferrocarriles, del desarrollo industrial y portuario, y ha recibido en estos últimos tiempos una fuerte inmigración desde las provincias, y desde los vecinos países del Paraguay y Bolivia.

Recientemente el Santo Padre Benedicto XVI, conservando la iglesia catedral de Santa Florentina en Campana, y la sede del Obispado en la misma ciudad, nos ha hecho el don de la Co-catedral de la Natividad del Señor, en Belén de Escobar (cuyo Templo cumple 100 años en este 2008). Es gracia y don para todos nosotros y halla sentido en el «estado de misión» diocesano y en el cordial empeño por una evangelización renovada.


El «estado de misión» tiene mucho, muchísimo, del espíritu paulino de la evangelización, vista como posibilidad de enriquecimiento no sólo para sus destinatarios sino también para quien la realiza, en esta diócesis nuestra y con frutos también para la Iglesia entera, pues «la misma Iglesia universal se enriquece con expresiones y valores en los diferentes sectores de la vida cristiana, […] conoce y expresa aún mejor el misterio de Cristo, a la vez que es lentada a una continua renovación»(10) .

Dentro de esta continua renovación, en y desde el Misterio de Cristo: ¿Cómo podríamos dejar de esperar, queridos hermanos y hermanas, que este Año Paulino, don y regalo del Santo Padre, sea un tiempo más que propicio para que nuestras comunidades, nuestros organismos eclesiales de comunión orgánica, confirmen su fe, en el Amor y en la esperanza que nos vienen del Señor Jesús?.


Por eso, quien les habla, como vuestro Obispo, va a realizar la «apertura de este Año Paulino» en la diócesis, con la celebración eucarística en fecha del 28 de junio, por la tarde, en la única circunscripción diocesana (creada en 2007) que tiene el «título de los Apóstoles»: la cuasi-parroquia de Nuestra Señora de Luján y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en la ciudad de Campana. Tendremos allí las Fiestas Patronales, bendición de la nueva pila bautismal y confirmaciones de adultos. La celebración de apertura se completará al día siguiente, el 29, con la consagración e inauguración de la nueva iglesia de peregrinos, dedicada a San José, contigua al santuario de Schoenstatt, en Belén de Escobar.

Durante el año realizaremos nuestro encuentro judeo-cristiano con las comunidades de las ciudades de Zárate y de Campana, hermanos con los cuales ya se ha hecho una amistosa tradición el encontrarnos. Tendrá lugar en la recientemente inaugurada sala «Nuestra Señora de Guadalupe» de nuestro Obispado (el jueves 10 de julio, con el tema: «San Pablo y la ética de Occidente»). Asimismo mantendremos durante el año de San Pablo diversos encuentros de oración, conferencias, actos, en algunos decanatos.

Esto sin olvidar la «misión joven» que, esta vez especialmente impregnada del espíritu paulino, tendrá lugar en Belén de Escobar este año 2008, en el mes de septiembre.

Pido a todos los curas párrocos que, en unión con el Santo Padre Benedicto XVI y con su Obispo, abran solemnemente el año paulino sea el 28 de junio en la misa vespertina, o el 29 durante todo el día, en sus iglesias parroquiales.

Puesto que la única entidad educativa perteneciente al Obispado que lleva el nombre de «San Pablo» es el colegio católico homónimo, en la ciudad de Zárate, el cual cuenta con una bellísima e insigne imagen del Apóstol, pintada artísticamente en tela y encuadrada, ésta será como una «imagen peregrina» que podrá ser trasladada, a pedido de los curas párrocos, a las distintas parroquias e iglesias designadas para ganar las indulgencias, a los fines de resaltar la figura del Apóstol y para que esté presente en los actos y encuentros mencionados.

Los lugares para lucrar las indulgencias que ha concedido el Santo Padre para este año de gracia, serán, en nuestra diócesis de Zárate-Campana, la iglesia catedral de Santa Florentina (Campana) y la iglesia co-catedral de la Natividad del Señor (Belén de Escobar), junto con las iglesias matrices de los partidos de Baradero (Santiago Apóstol), San Antonio de Areco (San Antonio de Padua), Exaltación de la Cruz (Cristo Crucificado), Pilar (Nuestra Señora del Pilar), Zárate (Nuestra Señora del Carmen), como asimismo la sede cuasiparroquial de Nuestra Señora de Luján y los Santos Apóstoles Pedro y Pablo (ciudad de Campana), la iglesia de la Inmaculada Concepción (de la localidad de Maq. Savio), la iglesia de Jesús Misericordioso (en Garín, partido de Escobar) y la iglesia de los peregrinos, dedicada a San José (en el partido de Escobar), perteneciente al Movimiento de Schoenstatt, que, como he dicho, consagraré el 29 de junio, en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.

Habiendo escuchado al consejo episcopal, he establecido también que, junto con la fecha de apertura del Año Paulino, y de su clausura (el 29 de junio de 2009), se podrá lucrar la indulgencia plenaria en dichas iglesias mencionadas, los días siguientes: el 18 de noviembre del corriente año (Dedicación de las Basílicas de los Santos Pedro y Pablo en Roma), el 25 de enero de 2009 (Fiesta de la Conversión de San Pablo) y los días festivos de las celebraciones de las Fiestas Patronales de las iglesias arriba indicadas.

Tal como bien sabemos, gracias a la enseñanza de Pablo y a su apostolado, las primeras comunidades cristianas fueron creciendo en el Amor de Dios y en la conciencia del «ser Iglesia». Con los desafíos de la «Nueva Evangelización», el «Apóstol de las Gentes» nos interpela una vez más, hoy, a nosotros, hombres y mujeres de este tiempo y de este lugar: el centramiento de nuestra fe en Jesucristo, en el cual y por el cual somos lo que somos (Cf 1 Cor. 15,10) y el compromiso del condiscipulado evangelizador.

Ponemos en las manos de la Virgen Santísima, en su advocación de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina y Patrona de esta diócesis de Zárate-Campana todas nuestras buenas intenciones, nuestros propósitos pastorales y las actividades programadas para este Año Paulino.

Con afecto en Cristo y María, los bendice y pide la oración de ustedes,


+Oscar, Obispo de Zárate-Campana

13 de junio de 2008, Festividad de San Antonio de Padua



1. Cf BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, en la Basílica papal de San Pablo Extramuros, Roma, 28 de junio de 2007.
2. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen Gentium, n. 14; cf. Id. Decreto Ad gentes, n. 7; Id., Decreto Unitatis redintegratio, n. 3. La visión de la Iglesia necesaria para la salvación no es en modo alguno contraria a la voluntad salvífica de Dios, que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1 Tim 2, 4). Son verdades convergentes, razón por lo cual, «es necesario, pues, mantener unidas estas dos verdades, o sea, la posibilidad real de la salvación en Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden a esta misma salvación» (JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio, n. 9: AAS 83 [1991], 258).
3. Cf. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Slavorum Apostoli (2 de junio de 1985), n.18: AAS 77 (1985), 800.
4. Cf BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Deus Caritas est, nn. 26-29.
5. Cf Ibid. n. 29.
6. CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM), CONFERENCIA DE OBISPOS DE LATINOAMÉRICA Y DEL CARIBE, EN APARECIDA (Brasil), «Documento de Aparecida», 2007, n. 137.
7. Cf BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, en la Basílica papal de San Pablo Extramuros, Roma, 28 de junio de 2007.
8. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de1990), n. 47: AAS 83 (1991), 293.
9. Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo millenio ineunte (6 de enero de 2001, n. 1: AAS 93 (2001), 266.
10. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio, n.52: AAS 83 (1991), 3000.


DESDE EL EVANGELIO: DÍA DEL PADRE

No es sólo dar vida, sino cuidar las condiciones que permitan su desarrollo y crecimiento. Con su presencia el Padre es custodio de la vida en un sentido superior.

Por Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz


Creo haberles comentado la importancia que en Aparecida se le dio al tema del varón, del padre, tanto respecto a su familia como de la comunidad: “El varón, nos dice, desde su especificidad, está llamado por el Dios de la vida a ocupar un lugar original y necesario en la construcción de la sociedad, en la generación de la cultura y en la realización de la historia” (Ap. 459). Esta valoración de su figura nos habla de una presencia que ocupa un lugar insustituible en la vida de la sociedad.

En este día nuestra mirada agradecida y nuestro afecto se dirigen a ustedes, queridos padres. Para algunos existe aún la posibilidad de un encuentro personal, a otros nos queda el recuerdo que se hace oración. Su presencia y misión de padres adquiere su plenitud de significado en el seno de la familia. Podemos distinguir roles en la vida familiar, pero nunca separarlos. Hoy deseo compartir algunas ideas.

Creo que podemos hablar del talante paternal, como una dimensión que define sus vidas y misión. El talante, en este caso, sobre una base biológica, nos habla de una actitud propia que va marcando el estilo y ejercicio de la paternidad. La paternidad es una relación que hay que asumirla y amarla. En el hombre, en cuanto ser espiritual, todo pasa por su libertad y compromiso. No hay un determinismo que nos instala y nos exime de la tarea de asumir un comportamiento.

La paternidad engendra vida, pero también debe crear las condiciones para su crecimiento. Debe evitar todo aquello que dificulta o enrarece el ambiente y hace imposible vivir. No es sólo dar vida, sino cuidar las condiciones que permitan su desarrollo y crecimiento. Con su presencia el Padre es custodio de la vida en un sentido superior. La paternidad es, además, palabra de perdón, no cierra el camino al diálogo y la amistad. Es propio del talante paternal crear las condiciones de un clima de sinceridad y de corrección, que permitan el encuentro y la reconciliación. Cuántas heridas no se sanan en una familia, porque falta la grandeza del perdón.

La paternidad se manifiesta, también, en la paciencia. El Padre sabe esperar el tiempo del otro, no refiere todo a su tiempo y a sus gustos. Esto supone sabiduría y fortaleza espiritual, que son virtudes que enriquecen su misión de padre. Esta paternidad sin demagogias debe educar en el sentido del deber. El amor del Padre es exigente y sabe poner límites, porque busca el bien de su hijo. Su palabra debe tener esa sana exigencia que ayuda a romper el narcisismo, el egoísmo o los caprichos, y permite al hijo abrirse al mundo de la auténtica libertad y responsabilidad.

Queridos padres, he querido presentarles algunas notas de lo que llamaría el talante paternal, como un estilo o actitud que hace al bien de sus hijos y la cultura de la sociedad. Cuánta grandeza e importancia social tiene la vida de ustedes! Reciban en este día, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición de Padre y Obispo.



REFLEXIONANDO EL DOMINGO - FALTAN TRABAJADORES Y SOBRA TRABAJO

El pueblo sigue hoy en gran parte desorientado, manipulado y explotado, sin la necesaria compasión y compromiso creativo de quienes han sido designados para liberarlo de la esclavitud implantada por los implacables y crueles ídolos del dinero, del poder y del placer.
Domingo 11º del tiempo ordinario – A / 15 junio 2008

Por el P. Jesús Álvarez, ssp


Al contemplar el gran gentío que lo seguía, Jesús sintió compasión, porque estaban decaídos y extenuados, como ovejas sin pastor. Y dijo a sus discípulos: - La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe trabajadores a recoger su cosecha. Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio poder sobre los malos espíritus para expulsarlos y para curar toda clase de enfermedades y dolencias. Los envió a misionar, diciéndoles: - No vayan a tierras de paganos, ni entren en pueblos de samaritanos. Diríjanse más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. A lo largo del camino proclamen: “¡El Reino de los Cielos está ahora cerca!” Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos y echen los demonios. Ustedes lo recibieron sin pagar, denlo sin cobrar.
Mt, 9, 36—10,8

El pueblo que sigue a Jesús está cansado, no sólo del camino o por no haberse alimentado, sino sobre todo a causa de las doctrinas y leyes inhumanas que le imponen los dirigentes religiosos y políticos, incapaces de orientarlo hacia Dios, facilitándole una vida humana y religiosa digna. Es el cansancio de sentirse piezas, números u objetos a merced del egoísmo, de la explotación o del placer ajeno, sin amar ni sentirse amados. Como ovejas sin pastor.
El pueblo sigue hoy en gran parte desorientado, manipulado y explotado, sin la necesaria compasión y compromiso creativo de quienes han sido designados para liberarlo de la esclavitud implantada por los implacables y crueles ídolos del dinero, del poder y del placer.
El pueblo necesita más y mejores pastores, maestros, testigos y servidores públicos que lo orienten y sirvan, con amor desinteresado, frente a los mercenarios, corruptos y explotadores inhumanos, que acumulan en sus cuentas y engordan a costa del sudor ajeno.
Por eso Jesús pide a sus discípulos que oren para que se multipliquen los trabajadores al servicio del pueblo, desde sacerdotes hasta políticos, que ayuden a los hombres a liberarse del pecado y de la dependencia, y así logren una vida digna en comunión gozosa con el prójimo, con Dios, con la naturaleza y consigo mismo, camino necesario para llegar a la casa del Padre, al gozo eterno. Ante el desempleo generalizado, sobra trabajo en la viña del Señor.
Se necesita más y mejor oración, testimonio, trabajo vocacional para que el llamado del Padre sea acogido, y así surjan suficientes obreros que escuchen el grito del pueblo que sufre hambre de pan y hambre de Dios.
Sobre todos pesa la responsabilidad y el honor de colaborar al aumento de buenos pastores y servidores del pueblo: con la oración persistente, con los inevitables sufrimientos ofrecidos como plegaria, con el ejemplo, apoyo moral, capacitación y ayuda generosa, que nunca será proporcionada al bien que a cambio se recibe.
De esa manera se comparte la misión sacerdotal y pastoral de Cristo y de sus discípulos. Tú mismo serás un obrero de la mies en tu ambiente. La evangelización no es exclusiva de nadie. Es un honor y compromiso para todos los cristianos, seguidores, discípulos de Cristo.
En este paso del Evangelio Jesús pide a los suyos que no cobren el servicio; mientras que en otro lugar dice que el obrero es digno de su salario. ¿Cómo se entiende? En realidad la evangelización y la salvación son dones tan altos, que resultan absolutamente impagables e incobrables. Pero los beneficiarios, desde sus posibilidades y generosidad, deben sostener a los enviados de Cristo, y así recibirán el premio de apóstoles, como él promete a quien ayuda a sus enviados.
Jesús les dice a los apóstoles que no vayan a los paganos ni a los samaritanos, sino a los judíos extraviados, que eran los primeros destinatarios de la salvación. Pero él mismo predicó entre los samaritanos, y luego envió a los discípulos a predicar a los paganos de todo el mundo: “Vayan y evangelicen a todos los pueblos”.
Todavía hoy existen muchos evangelizadores y catequistas católicos que se dirigen sólo a los católicos practicantes que van a las iglesias, ignorando el mandato expreso de Jesús de ir a todas las gentes, a todo el pueblo. Es necesario buscar nuevas formas y medios para llegar a todos, en especial a los bautizados alejados.

Éxodo 19,2-6
En aquellos días, los israelitas, al llegar al desierto de Sinaí, acamparon allí, frente al monte. Moisés subió hacia Dios. El Señor le llamó desde el monte diciendo: «Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los israelitas: “Ya han visto lo que he hecho con los egipcios y cómo a ustedes los he llevado sobre alas de águila y los he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escuchan mi voz y guardan mi alianza, ustedes serán mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”».

Dios escogió de modo especial a Israel como propiedad suya entre todos los pueblos. “Ser pueblo de Dios” -hoy “Iglesia de Cristo”- no es sólo un privilegio, sino que exige también la respuesta del pueblo con la escucha y obediencia a su voz.
Pero esta respuesta implica el compromiso de vivir en la intimidad con Dios: ser “nación santa”, y testimoniar entre todos los pueblos su salvación: ser “un reino de sacerdotes”, mediadores de esa salvación para todos los pueblos, pues Dios quiere que todos se salven, y su voluntad no cambia como la nuestra.
La plenitud de esa santidad –intimidad con Dios- y de ese sacerdocio –misión salvífica para todos los pueblos- la realiza Cristo Jesús con su vida, muerte y resurrección, quien comparte su santidad y sacerdocio con la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios, nosotros.
Los cristianos no podemos contentarnos sólo con ser destinatarios de la salvación, sino también mediadores (sacerdotes) de la salvación de Dios para todo el mundo. Así de claro e irrenunciable: debemos escuchar la voz de Dios y ponerla en práctica, si queremos ser destinatarios de esa salvación que Dios nos ofrece en Crsito. “¡Ay de mí si no evangelizo!”, exclamaba san Pablo.
Jesús nos indica la forma: “Quien está unido a mí (intimidad), produce mucho fruto (misión); pero separados de mí, no pueden hacer nada”. En esos consiste la plenitud de la intimidad con Dios y del sacerdocio mediador, que alcanza su máxima eficacia en la Eucaristía.

Romanos 5, 6-11.
Hermanos: Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos -en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; mas la prueba de que Dios nos ama, es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera! Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo; ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Se puede llegar a dar la vida por una persona amada o por una causa justa. Pero es difícil que alguien dé la vida por un enemigo o por algo que no vale la pena. Sin embargo, Jesús dio la vida por la humanidad pecadora -por nosotros-, que le había vuelto la espalda y hasta se había puesto contra él, como si fuera un enemigo, y por eso mismo no valía la pena.
Este gratuito, heroico, inaudito y casi absurdo amor de Cristo por la humanidad y por nosotros, es la máxima garantía de nuestra esperanza: la reconciliación con Dios y la salvación por la resurrección. Cristo dio la vida para que nosotros superemos la muerte, nuestro mayor enemigo, al que solos somos radicalmente incapaces de vencer.
Sin embargo, la seguridad de la oferta salvífica por parte de Dios sólo se concreta si el hombre la acoge con gratitud y aprecio, y se compromete a colaborar con Cristo en la salvación del prójimo. “Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti”, asegura san Agustín.
Y san Pablo exhorta: “Trabajen por su salvación con temor y temblor” (Flp 2, 12); o sea, con responsabilidad y seriedad, pues se trata del máximo bien de nuestra persona y de la existencia humana, como lo expresa rotundamente Jesús: “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si al final se pierde a sí mismo?” (Mt 16, 26).



COMPARTIENDO EL EVANGELIO - SOMOS DISCÍPULOS Y MISIONEROS

Simplemente hay que estar convencido, entusiasmado, tener pasión y ardor por la Iglesia y así, en las realidades que cada uno tenga, ¡vivir intensamente con fidelidad y perseverancia!

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
Obispo de Avellaneda Lanús


Domingo 15 de Junio de 2008
11º domingo durante el año
Evangelio según San Mateo 9, 35 – 10, 8 (ciclo A)



15 de junio, día del padre:

Rezamos por todos los padres para que la oración los ayude a vivir con responsabilidad esa paternidad que es inclaudicable y que tiene que estar siempre presente.

¡Qué importante es la presencia de la madre, pero qué fundamental es la presencia del padre!

Que Dios bendiga a los papás y sus hijos; que Dios bendiga aquellos que ya han partido a la Casa de Dios, nuestro Querido Padre.


Evangelio: somos discípulos y misioneros


Este es un Evangelio misionero. Jesús nos envía porque somos sus discípulos y al ser discípulos somos enviados como misioneros.

El querido Papa Pablo VI decía que cuando la Iglesia toma conciencia de sí, cuando se da cuenta, cuando se descubre, se hace misionera y se hace diálogo con el mundo. La Iglesia tiene una misión y esa misión es, como la sal en la masa, ser fermento en los ámbitos, en las personas, en las familias, en las instituciones, en lo social, en lo laboral, en lo público, en lo cultural, en lo económico, en todos los ámbitos tenemos que ser fermento. Como la sal que sazona toda la masa, le da gusto y también cohesión.

Es importante recordar que el Sínodo de América Latina y el Caribe, reunido el año pasado en Aparecida, Brasil, y que contó con la presencia del Papa Benedicto XVI, fue tan fuerte ya que nos invita a todos a tomar conciencia de nuestro discipulado; tomar conciencia activa de nuestra pertenencia al Pueblo de Dios y de nuestra misión; a tomar conciencia también de lo que significa la presencia de Cristo -que está vivo- en medio de la sociedad. Por eso ¡tenemos que salir e ir a todos!; comenzando por los que están cerca y llegando a los que están últimos.

¿Quiénes son los que están cerca?

¿Y quiénes son los que están lejos?

¿Cómo salimos?

A veces podemos caer en la tentación de quedarnos encerrados en un pequeño mundo y, “como el problema es tan amplio, tan grande”, no hacemos nada. ¡Ni una cosa, ni la otra! Simplemente hay que estar convencido, entusiasmado, tener pasión y ardor por la Iglesia y así, en las realidades que cada uno tenga, ¡vivir intensamente con fidelidad y perseverancia! ¡No se puede hacer todo, pero hay que hacer algo!, y ese algo lo tiene que hacer usted y es irremplazable.

Pidamos al Señor entusiasmo, pero sobre todo convicción del amor. Si tenemos amor vamos a misionar. Y si no misionamos, no digamos que es porque no tenemos tiempo, sino digamos “¡que poco amor tenemos por el Señor, y porque tenemos poco amor no tenemos tiempo!”

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén


“SERÉIS PARA MI UN REINO DE SACERDOTES Y UNA NACIÓN SANTA” (EX..19,5)


Quien es pobre, sabe que necesita de Dios, aún más sabe que su vida le pertenece a Dios y al plan que El tenga sobre el…y por eso cuando escucha el llamado va , se entrega, y sigue al pescador de almas, para trabajar la mies. - XI Domingo durante el año


Por Mons. Marcelo Martorell

En la base de la alianza con Israel Dios puso esta cláusula: “Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre los pueblos…; seréis para mi un pueblo de sacerdotes y una nación santa” (Ex.19,5-6) Dios confiaba a Israel una misión sacerdotal y un oficio de mediación, de modo que la fe y la salvación llegasen a la humanidad entera a través suyo. El Pueblo de Israel no cesa de meditar sobre el acontecimiento en el que ve su acta de nacimiento, el Exodo. Sacado de la esclavitud, para constituirse nación santa, pueblo elegido. Renovados por la Alianza tiene una misión entre todos los pueblos de la tierra; su papel de testigo y mediador.-
En en nuevo testamento este papel pasa a la Iglesia, nuevo pueblo de Dios. “Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa” (1Pe.2,9). La escritura está hablando del sacerdocio común del los fieles, basado en esta promesa del Altísimo, sacerdocio que pertenece a todo bautizado.

En medio de este pueblo sacerdotal, Jesús ha fundado otro sacerdocio, semejante al de Melquicedeq, el hombre separado de entre el pueblo, para que ejerza las funciones sacramentales y magisteriales. La elección y el envío de los doce, es el primer gesto del que se sabe “Sumo y Eterno Sacerdote”, mediador entre Dios y los hombres, el que da plenitud y supera todo sacerdocio y mediación de la Antigua Alianza, entregándolo a aquellos a quienes ha elegido para este oficio y “llamando a los doce, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia”(Mt.10,1), les comunica su misión y sus poderes, “deben predicar que el reino de los cielos está cerca”(Ib.7) y llevar el mensaje de salvación “a las ovejas perdidas de la casa de Israel” y actualizar el Sacrificio de la Nueva Alianza, “haced esto en memoria de mi” …Dios, en Jesús, no ha excluido a ningún pueblo de la tierra, es Israel el pueblo privilegiado, y sobre él se depositaron como antiguamente las primicias de la salvación, si Israel no lo acepta, no es culpa de Dios, otros serán además, llamados a cumplir las promesas de la Nueva Alianza.

Nadie tiene prerrogativas en la elección, ni Israel antiguamente, ni los doce posteriormente, solo está el querer y la elección de Dios, nadie fue elegido por méritos personales; “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (Jn 15,16). Dios el Señor deposita en su Iglesia este misterio de elección y sigue llamando en ella y a través de ella, a predicar el reino de los cielos y hacer presente la Eucaristía, Pan de Vida y Alimento de Salvación. Quien vive la realidad de la fe, debe escuchar a Jesús que sigue llamando…”estoy a la puerta y llamo, quien quiera escuchar mi voz…” Ap.3,20. Quien es pobre, sabe que necesita de Dios, aún más sabe que su vida le pertenece a Dios y al plan que El tenga sobre el…y por eso cuando escucha el llamado va , se entrega, y sigue al pescador de almas, para trabajar la mies.

Los llamados de hoy fundan su sacerdocio en el de Cristo, único y verdadero sacerdote que se ha inmolado a sí mismo por la salvación del mundo. “Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con cuánta más razón, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”(Rom..5,10) Cristo reconciliador de todos los hombres es el fundamento de todo sacerdocio y su fuerza, El les confiere la gracia para ser fieles a su misión y poder en su ministerio amar a todos como El los amó…”hasta el fin”.

Oremos para que el dueño de la mies envíe trabajadores, fieles y entregados; así también el rebaño sea apacentado hasta que El vuelva.

Que María, llena del Espíritu Santo, nos anime a oír el llamado del Pastor y a seguirle a donde El quiera.


DÍA DEL PADRE


Quiero hablarles al corazón: por su intermedio Dios regala vida; y esa vida no se agota en esta tierra. Llega hasta el cielo. Ustedes y sus hijos tienen vida para siempre.

Por Mons. Jorge Lozano - Obispo de Gualeguaychú


Queridos Padres:

Este domingo 15 de junio celebramos el Día del Padre. Hace tiempo estoy convencido de que ser obispo es ser padre. Y parece que muchos de ustedes también, porque muy seguido me llaman “Padre Obispo”. Y como Obispo y Padre quisiera compartir algunos sentimientos y convicciones con todos los papás.

Quisiera tener en mi corazón sus diversas situaciones

A aquellos padres que tienen casa y también a los que aún la sueñan,

a los que trabajan y a los que esperan todavía por un empleo digno,

a los papás sanos y a aquellos que están enfermos,

a los que sonríen con frecuencia y a los que les cuesta un poquito más,

a los que tienen a su compañera de la vida al lado y a los que la han visto partir,

a los que viven con su mujer y a los que están separados,

a los padres del campo y a los de las ciudades,

a los que viven en los barrios más pudientes y a los que duermen en casillas de chapa,

a los papás de hijos adictos al alcohol o las drogas,

a los papás que tienen un hijo muerto y siguen remando la vida con esperanza,

a los que tienen hijos lejanos y hace mucho que no ven,

a los padres que no van nunca a la Iglesia y a los que participan activamente,

a los que tienen una estampita vieja en el DNI o en la billetera,

a los papás jóvenes y a otros que ya son abuelos, viendo la maravilla de la propia simiente dando fruto en otra vida pequeña,

a los que han adoptado la vida ya iniciada para ser papás toda la vida

a aquellos que miran a su alrededor y ven a su familia, fruto del amor,

y tantos más...

A ellos, a todos, quiero hablarles al corazón: por su intermedio Dios regala vida; y esa vida no se agota en esta tierra. Llega hasta el cielo. Ustedes y sus hijos tienen vida para siempre.

En esa vida hay amor. Podemos andar por caminos diversos, unos y otros, pero vamos hacia el mismo gran amor de Dios Padre.

Se es "progenitor" en segundos, pero “ser padre” es cosa de toda la vida. Gracias por "estar" allí. Presentes como padres. Con cantidad y calidad de tiempo. Es el gran reclamo de los niños y adolescentes: que "estemos" para acompañar y que nos encuentren disponibles y dispuestos a escuchar, jugar, alentar, tomar unos mates y conversar. Y también sabiendo compartir los silencios.

Los hijos necesitan del ejercicio de la autoridad para ayudarlos a crecer. Autoridad que pone límites pero no cierra horizontes: los abre. Y todos sabemos que sin límites no hay dirección en el crecimiento. Sin la guía junto al tallo joven no se crece erguido sino torcido, y no hay de dónde aferrarse frente a los vientos, hasta que las raíces sean fuertes para sostenerse por sí mismas. A veces se pasa de ser modelo, a ser cuestionado. Nadie aprende a ser papá de un día para otro, ni tampoco en los libros.

El día del padre es una fecha y una oportunidad para "dejarse querer", dejarse amar. Experimentar lo que está en los sentimientos pero no se expresa cotidianamente por timidez, por respeto humano, o falta de sinceridad simplemente. Es bueno escucharlo o animarse a decir "ya sabés que te quiero". Y a los que se nos pasó la oportunidad porque partieron, hacerlo oración cuantas veces nos lo pidan los recuerdos.

Es un día también para valorar la "gratuidad del amor", el servicio oculto, el amor desinteresado, el compartir familiar y el saber renunciar por amor al otro, sin reclamos.

También tomar conciencia de que somos o debemos ser, padres e hijos de la Patria, que necesita de un amor renovado y expresado: educándonos en el diálogo, la verdad, la sinceridad, la humildad, la solidaridad. Sabemos que hay cosas mucho más importantes que el dinero. Todas estas virtudes y valores los aprendemos y practicamos primero en casa como escuela de vida, Patria e Iglesia domésticas.


Seguramente deben de tener muchas ganas de darle cosas a sus hijos y familias. Y algunos todavía están esperando el momento de poder darles mayor bienestar. Pero estén felices de darles la fe para poder caminar en esta bendita tierra. Bendigan a sus hijos. Enseñenles a rezar y pidan a Dios por ellos.

Quiero que les llegue mi bendición. Rezo a la Virgen María y a San José por sus familias. Confío en que me enseñen todos los días a ser obispo y padre entre ustedes.

¡Feliz día para todos los papás de nuestra Argentina!


“LA RELIGIOSIDAD POPULAR”


Providencialmente el texto del Evangelio de este domingo nos permite seguir profundizando el tema del domingo pasado sobre la cercanía de Jesucristo, el Señor y la Iglesia, a los “publicanos y pecadores”.

Por Mons. Juan Rubén Martínez


Carta del Obispo de Posadas – 11º domingo del año – 15.06.08


El texto del Evangelio que leemos este domingo (Mt. 9,35; 10,8), se abre con un resumen de la predicación itinerante de Jesús en Galilea. Señala la compasión que siente el Señor hacia las multitudes. Las gentes están extenuadas, abandonadas, con ello describe las mil vejaciones y molestias a que están sometidos los pobres: “Como ovejas sin pastor”. Seguramente también se refiere “al pueblo de la tierra”, término despectivo usado por los fariseos para designar a la gente pobre o ignorante, que no tiene el conocimiento de la ley necesaria para observarla y tampoco recursos para ponerla en práctica. Por eso termina diciendo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Mt. 9,36-37). Posteriormente el texto se refiere a la elección e institución de los “Doce” Apóstoles.

Providencialmente el texto del Evangelio de este domingo nos permite seguir profundizando el tema del domingo pasado sobre la cercanía de Jesucristo, el Señor y la Iglesia, a los “publicanos y pecadores”, de ayer y de hoy, o bien la dimensión misionera hacia los que están alejados de Dios. No como los perfectos que salvan a los impuros, sino como los pobres que experimentan el amor de Dios y dan testimonio de Él a sus hermanos, a todos y especialmente a los más necesitados.

El domingo anterior reflexionábamos sobre el catolicismo popular expresado en diversos acontecimientos vividos en distintas peregrinaciones y encuentros de la Diócesis. Creo conveniente seguir profundizando sobre el valor que la Iglesia le da a la religiosidad popular tan arraigada en nuestra América Latina y que deberemos asumir, para ahondar este camino de la misión discipular emprendido en el continente y por lo tanto en nuestra Diócesis.

El documento de Aparecida señala sobre el tema de la piedad popular: “La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misionero, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. Es parte de una “originalidad histórica cultural” de los pobres de este continente, y fruto de “una síntesis entre las culturas y la fe cristiana”. En el ambiente de secularización que viven nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación misionera de la Iglesia.

Nuestros pueblos se identifican particularmente con el Cristo sufriente, lo miran, lo besan o tocan sus pies lastimados como diciendo: este es el “que me amó y se entregó por mí” (Gal. 2,20). Muchos de ellos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los brazos. Con su religiosidad característica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y que les recuerda permanentemente su propia dignidad. También encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María. En ella ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio. Nuestra Madre querida, desde (los Santuarios), hace sentir a sus hijos más pequeños que ellos están en el hueco de su manto. Ahora, desde Aparecida, los invita a echar las redes en el mundo, para sacar del anonimato a los que están sumergidos en el olvido y acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo a los hijos, integra a nuestros pueblos en torno a Jesucristo”. (264-265).

En realidad en Aparecida hemos vivido el acontecimiento, la oración, la reflexión junto a miles de peregrinos que compartían cada día la vida del Santuario y sobre todo la liturgia con quienes éramos miembros de la Conferencia. Desde ya que no fue difícil al estar inmersos en un santuario mariano describir la significación y valor de la piedad popular. A la luz de esta realidad contundente de la religiosidad de la gente cualquier proyecto cultural, político, educativo… que no asuma o valorice esta dimensión religiosa y los contenidos profundos que posee, violentaría lo más hondo de la dignidad humana cuyo fundamento último es ser imagen y semejanza de Dios.

En la Diócesis este lunes 16 tendremos nuestra Asamblea post sinodal, donde buscaremos llevar adelante las “Orientaciones pastorales”, que serán nuestra respuesta a los desafíos que exige la evangelización en este inicio del siglo XXI. La cosecha es mucha y los trabajadores somos pocos. Todos debemos comprometernos a colaborar y a participar, ya que nuestra indiferencia permitirá que algunos, pocos, se adueñen del futuro.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!


JESÚS… UN VECINO MÁS…


Jesús hasta cerca de los treinta años vivió como un vecino más en el ignorado y hasta despreciable Nazaret, entre “gente de campo” expresión peyorativa en esa época.

Por Mons. Miguel Esteban Hesayne

Homilía 15.06.08

Puesto que el Padre-Dios ha enviado a su Hijo-Dios para que mediante el Espíritu Santo se hiciera un hombre en las entrañas de una joven nazarena, es fundamental y prioritario la tarea de conocer cómo vivió el divino, enviado, su vida humana.- Es un conocimiento histórico que enriquece nuestra fe cristiana. Nos ayuda a clarificar el plan de divino de la Creación entera. Por supuesto, comenzando a descubrir el valor divino de lo humano. Tanto más que, si bien por motivaciones laudables, no pocas representaciones de Jesús-hombre han sufrido transpolación cultural que han desdibujado su vida de niño, de adolescente, de joven nazareno…

Volvamos siglos atrás. A grandes pinceladas históricas, recuperemos la fisonomía de la gente entre quiénes Jesús vivió la mayor parte de su vida terrenal. Comencemos por su pueblo: Nazaret, una pequeña aldea campesina, de apenas 200 a lo sumo 400 habitantes, tan desconocida que no figura en los Libros Sagrados del pueblo judío ni tampoco en libros históricos profanos. Aldea insignificante y sumamente precaria, con habitantes alojados en cuevas excavadas en las laderas de los alrededores y otros en casas bajas, de paredes oscuras de adobe, con techos de ramaje seco y pisos de tierra apisonada. Casas de un solo ambiente agrupadas en torno a un patio común con un pequeño molino donde las mujeres ayudadas de sus hijos pequeños molían el grano el horno común en el que cocían el pan- El patio también común, lugar de juegos para los niños y tertulia y descanso para los mayores al regresar de sus tareas de labranza.

La vida de la Sagrada Familia no transcurrió entonces en una simpática casita con atrayente colorido como la representan no pocas de la imaginería piadosa. Jesús ha vivido en una pobrísima casa y ha pasado muchas horas en el patio común jugando de niño con sus vecinitos y vecinitas, de adolescente con otros y otras adolescentes Ha visto a su madre María barrer parte del patio con una hoja de palmera y levantarse bien temprano para elaborar la masa con un poco de levadura. Junto a otras mujeres sentadas al atardecer, ha observado como su madre remendaba la ropa…y ha escuchado como los niños piden alimento a sus padres y ha conocido la ayuda de vecino a vecino.
La vida terrena del “Hijo del Hombre”, expresión con la que Jesús se autodesignaba, no fue la vida silenciosa y apacible de un Claustro…Tampoco transcurrió en la tranquilidad de un hogar cerrado en cómodos aposentos. Vivir en Nazaret era vivir como al descampado con un grupo de familias en las que no había secreto entre ellos. Lo que sí compartían la dureza del vivir campesino de ese entonces. El hambre era una amenaza real, después de una mala cosecha. Aún cuando les había ido bien, la alimentación de los campesinos era muy frugal y poco variada: pan, aceitunas, vino, lentejas con algunas verduras completada con higos y un poco de queso… El pescado y la carne se reservaban para las grandes celebraciones…

Jesús hasta cerca de los treinta años vivió como un vecino más en el ignorado y hasta despreciable Nazaret, entre “gente de campo” expresión peyorativa en esa época.

Estos simples datos nos ayudan a entender la extrañeza de quiénes sabían su origen de familia nazarena. Como la expresión de Natanael al ser invitado a conocer a Jesús ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? (Jn.1,46) Con su experiencia de Dios en el silencio agreste de Nazaret, nos ha enseñado a estar abierto al mundo de la creación. Jesús con una intuición llena de encanto, se alegra por el sol y las flores del campo y los pájaros del cielo. Su Evangelio nos devuelve la cercanía del cuidado amoroso de Dios por la vida que bulle en cada ser humano.

Su gran lección, en palabras y gestos, es que la vida humana es el valor supremo en el estado o situación en que se encuentre y ha de ser el centro de interés de todo pensamiento y actividad. No es el tener sino el ser lo que hace feliz a la creatura humana.[1]


[1] Recomiendo leer a la luz de estos datos históricos las parábolas y comparaciones hogareñas de Jesús.



FAMINAT INVITA A RETIRO ESPIRITUAL ABIERTO - "SAN JOSÉ, MUESTRA QUE ERES NUESTRO PADRE"


Sábado 21 de junio - Desde las 20:00, hasta 22:00. - Sede FAMINAT
Esquina San Martín y Ricchieri - Bella Vista
Predica Néstor A. Fernández- Sacerdote
Entrada libre y gratuita


LECCIONES DE UN CUENTO DE LA INFANCIA


Seguramente muchos habremos escuchado en nuestra infancia, de labios de nuestros padres y abuelos, aquel sabio cuento que tenía como protagonistas a un padre y a su hijo.

Por Mons. José Ignacio Munilla, obispo de Palencia


Los dos viajaban con su burro atravesando diversos pueblos, suscitando comentarios muy dispares entre los lugareños:

Al pasar por el primer pueblo, el padre montaba sobre el burro y el hijo caminaba a su vera. Los comentarios no se hicieron esperar: “¡Qué padre tan inmisericorde! ¡El pobre niño caminando y él encima del jumento, como si fuera un sultán!”

Al escuchar las murmuraciones, decidieron cambiarse antes de llegar a la siguiente población, de forma que ahora el padre caminaba y el hijo era quien montaba el borrico. Pero, sin embargo, las críticas no hicieron sino cambiar de signo: “¡Mira qué juventud tenemos hoy en día! ¡El anciano padre caminando, y un muchacho tan ágil, sentado a lomos del burro!”

Visto lo visto, pensaron que lo mejor sería montar los dos sobre el asno al pasar por el tercero de los pueblos. Pero las cosas se pusieron todavía peor: “¡Pobre burro! ¡Los que van montados en él demuestran ser más bestias que el desdichado animal!”

Aturdidos por tanta crítica, decidieron entrar al cuarto pueblo, ambos a pie, junto al burro. Pero, ni por esas…: “Pero, ¡qué tontos! ¿Para eso se han comprado un burro?, ¿para ir andando?”.


La moraleja que se nos transmitía con la narración de este cuento, era tan evidente como importante: Necesitamos ser libres del juicio ajeno, para poder obrar en justicia y en verdad. Quien tiene su referente en las críticas de los demás o en los aplausos cosechados, está condenado a no actuar en conciencia.

Pasados ya muchos años, he ido comprendiendo que aquella sabia narración que mi difunto padre nos contaba de pequeños, tiene más aplicaciones de las que él mismo hubiese supuesto. ¿Acaso no le ocurre a la Iglesia hoy en día, lo mismo que a los protagonistas del cuento? ¿No tenemos también nosotros que extraer la enseñanza de conquistar la necesaria libertad interior, para que la vida de la Iglesia sea lo que Dios quiere de ella, sin dejarnos amedrentar por tantas burlas, sátiras y comentarios ligeros?


El padre sobre el burro y el hijo caminando

A veces se le acusa a la Iglesia de paternalismo y/o de autoritarismo: “¡Míralos…, hablan ex cátedra y se creen que están en posesión de la verdad!”. En medio de una sociedad en la que la figura del padre, e incluso el mismo sentido de autoridad están en plena crisis, existe una reacción alérgica hacia el Magisterio de la Iglesia.


El hijo montado y el padre a pie

Es de sobra conocida la predicación moral de Iglesia respecto a los más débiles: enfermos, pobres, ancianos, niños no nacidos, huérfanos e hijos de familias desestructuradas, embriones congelados, etc. Pero, sin embargo, tampoco aquí nos libramos de la incomprensión: “¡Cada uno decide los valores que cree que deben ser respetados!”. En efecto, la opción cristiana “pro vida”, se presenta como enemiga de la mentalidad “pro libre elección”.


Los dos montados sobre el asno

Cuando la Iglesia se sirve de los medios modernos para la evangelización –televisión, radio, Internet, presencia en foros públicos, etc-, con mucha frecuencia es percibida y criticada como una intrusa en la vida pública: “¿Por qué tienen que sermonearnos fuera del púlpito?”. Y es que, con frecuencia se nos quiere hacer creer que el ámbito de las creencias religiosas se circunscribe únicamente al interior de la conciencia y a la sacristía.


Ambos a pie, junto al burro

Paradójicamente, otras veces la Iglesia es criticada, precisamente, por no dirigirse al hombre de hoy en su propio lenguaje: “¿Cuándo se darán cuenta de que se están quedando anquilosados con esa forma tan obsoleta de evangelizar?”. Frente a estas contradicciones, nosotros no podemos perder la conciencia de que los métodos modernos de evangelización, han de ser acompañados con la oración y la penitencia, para que puedan ser eficaces y fecundos.


Moraleja: Nuestro público es Dios

Evidentemente, la moraleja del cuento no puede ni debe ser que, tengamos que hacernos sordos a las correcciones y a las críticas, incluso cuando sean formuladas desde el desamor. Así lo decía sabiamente Unamuno: “Toma consejo del enemigo”. Pero, ciertamente, una conclusión necesaria es que no perdamos la paz por causa del ambiente de juicios ligeros y críticas sistemáticas, en el que estamos envueltos. Esta es la moraleja: ¡Nuestro público es Dios! La Iglesia necesita la libertad interior para poder realizar la voluntad de Dios, que es justicia, amor y esperanza para todos los hombres.


Fuente Ecclesia Digital


COMIENZO DEL AÑO DE SAN PABLO


Este año la fiesta de los apóstoles San Pedro y San Pablo coincidirá con el domingo próximo. Y este se da una circunstancia especial: comenzaremos el año dedicado a San Pablo, convocado en toda la Iglesia católica por el Papa Benedicto XVI.

Por + Josep Àngel Saiz Meneses - Obispo de Terrassa


El anuncio lo hizo el Papa al final de su homilía durante las primeras vísperas de la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, el jueves 28 de junio de 2007, en la basílica de San Pablo Extramuros, en Roma, la basílica dedicada al gran apóstol de los gentiles, cuyos restos se conservan y reciben una gran veneración en dicho templo.

“Me alegra anunciar oficialmente –dijo Benedicto XVI- que al apóstol San Pablo dedicaremos un año jubilar especial, del 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009, con ocasión del bimilenario de su nacimiento, que los historiadores sitúan entre los años 7 y 10 después de Cristo”.

Desde los comienzo de la era cristiana, la tradición ha considerado a San Pedro y a San Pablo inseparables el uno del otro, aunque cada uno tuvo una misión diversa que cumplir: San Pedro fue el primero en confesar la fe en Cristo; San Pablo obtuvo el don de poder profundizar en su riqueza. San Pedro fundó la primera comunidad de cristianos provenientes del pueblo elegido; San Pablo se convirtió en el apóstol de los gentiles. Con carismas diversos –y no sin algunas tensiones entre ellos- trabajaron ambos por una única causa: el testimonio de Jesucristo y la construcción de su Iglesia.

¿Qué pretende Benedicto XVI al proclamar este año jubilar paulino? ¿Qué sentido hemos de darle en nuestra joven diócesis? La respuesta nos la dio el mismo Papa en la homilía en el curso de la cual hizo el anuncio: aprovechar esta ocasión para unirnos más profundamente a Cristo mediante la fe, la esperanza y el amor, y para dar testimonio de él ante nuestra sociedad de hoy.

Será bueno acogernos a las mismas palabras del Santo Padre. En su homilía, el Papa aludió a un detalle muy personal de San Pablo. Es una circunstancia que nos puede iluminar a nosotros, cristianos de hoy, que sentimos la responsabilidad de dar testimonio de Cristo y “con temor y temblor” –como Pablo- quizá sentimos la dificultad de hacerlo con coherencia y el miedo a que no seamos escuchados.

“Por sus cartas sabemos –dijo el Santo Padre- que San Pablo no sabía hablar muy bien; más aún, compartía con Moisés y Jeremías la falta de talento oratorio. ‘Su presencia física es pobre y su palabra despreciable’ (2 Co 10, 10). Por lo tanto, los extraordinarios resultados apostólicos que pudo conseguir no se deben atribuir a una brillante retórica o a refinadas estrategias apologéticas y misioneras. El éxito de su apostolado depende, sobre todo, de su compromiso personal al anunciar el Evangelio con total entrega a Cristo.”

Este creo que ha de ser el primer fruto de este año paulino: imitar al gran apóstol en la entrega a Cristo y en la valentía en dar testimonio de nuestra fe. “Queridos hermanos y hermanas –añadió el Papa-, como en los inicios, también hoy Cristo necesita apóstoles dispuestos a sacrificarse. Necesita testigos y mártires como San Pablo: un tiempo perseguidor violento de los cristianos, cuando en el camino de Damasco cayó en tierra, cegado por la luz divina, se pasó sin vacilación al Crucificado y lo siguió sin volverse atrás. Vivió y trabajó por Cristo; por él sufrió y murió. ¡Qué actual es su ejemplo!”

Creo que aquí tenemos la clave y el principal objetivo del jubileo paulino que ahora nos disponemos a comenzar.



PAPA LLAMA A CRISTIANOS A LA PLEGARIA Y A LA ACCION


El papa Benedicto XVI afirmó hoy, durante la audiencia general en el Vaticano, que los cristianos del tercer milenio deben saber actuar por el bien del prójimo y, al mismo tiempo, deben saber rezar.

El Pontífice hizo hincapié en que la plegaria es indispensable para la vida cristiana, pero también lo es la acción al servicio de los demás.

Benedicto XVI explicó la "precisa enseñanza moral" de San Isidoro de Sevilla (559-636), obispo, teólogo y erudito de la España visigoda proclamado doctor universal de la Iglesia.

"El siervo de Dios imitando a Cristo se dedica a la contemplación sin negarse a la vida activa; comportándose diversamente no sería justo; en efecto, como se debe amar a Dios con la contemplación así se debe amar al prójimo con la acción", afirmaba Isidoro, según recordó el Papa.

El Pontífice invitó así a buscar "esta síntesis de una vida que busca la contemplación de Dios, el diálogo con Dios en la plegaria y en la lectura de las Sagradas escrituras, y la acción al servicio de la comunidad humana".

"Esta síntesis es la gran lección de Isidoro a los cristianos de hoy, que estamos llamados a testimoniar a Cristo al inicio de un nuevo milenio", explicó.

Isidoro vivió una situación político-social en la que "los visigodos bárbaros y arianos habían invadido la península ibérica y se habían adueñado de los territorios que habían pertenecido al imperio romano, por lo que era necesario reconquistarlos al catolicismo", recordó el Papa.

(ANSA). MRZ