miércoles, 18 de junio de 2008

JESÚS… UN VECINO MÁS…


Jesús hasta cerca de los treinta años vivió como un vecino más en el ignorado y hasta despreciable Nazaret, entre “gente de campo” expresión peyorativa en esa época.

Por Mons. Miguel Esteban Hesayne

Homilía 15.06.08

Puesto que el Padre-Dios ha enviado a su Hijo-Dios para que mediante el Espíritu Santo se hiciera un hombre en las entrañas de una joven nazarena, es fundamental y prioritario la tarea de conocer cómo vivió el divino, enviado, su vida humana.- Es un conocimiento histórico que enriquece nuestra fe cristiana. Nos ayuda a clarificar el plan de divino de la Creación entera. Por supuesto, comenzando a descubrir el valor divino de lo humano. Tanto más que, si bien por motivaciones laudables, no pocas representaciones de Jesús-hombre han sufrido transpolación cultural que han desdibujado su vida de niño, de adolescente, de joven nazareno…

Volvamos siglos atrás. A grandes pinceladas históricas, recuperemos la fisonomía de la gente entre quiénes Jesús vivió la mayor parte de su vida terrenal. Comencemos por su pueblo: Nazaret, una pequeña aldea campesina, de apenas 200 a lo sumo 400 habitantes, tan desconocida que no figura en los Libros Sagrados del pueblo judío ni tampoco en libros históricos profanos. Aldea insignificante y sumamente precaria, con habitantes alojados en cuevas excavadas en las laderas de los alrededores y otros en casas bajas, de paredes oscuras de adobe, con techos de ramaje seco y pisos de tierra apisonada. Casas de un solo ambiente agrupadas en torno a un patio común con un pequeño molino donde las mujeres ayudadas de sus hijos pequeños molían el grano el horno común en el que cocían el pan- El patio también común, lugar de juegos para los niños y tertulia y descanso para los mayores al regresar de sus tareas de labranza.

La vida de la Sagrada Familia no transcurrió entonces en una simpática casita con atrayente colorido como la representan no pocas de la imaginería piadosa. Jesús ha vivido en una pobrísima casa y ha pasado muchas horas en el patio común jugando de niño con sus vecinitos y vecinitas, de adolescente con otros y otras adolescentes Ha visto a su madre María barrer parte del patio con una hoja de palmera y levantarse bien temprano para elaborar la masa con un poco de levadura. Junto a otras mujeres sentadas al atardecer, ha observado como su madre remendaba la ropa…y ha escuchado como los niños piden alimento a sus padres y ha conocido la ayuda de vecino a vecino.
La vida terrena del “Hijo del Hombre”, expresión con la que Jesús se autodesignaba, no fue la vida silenciosa y apacible de un Claustro…Tampoco transcurrió en la tranquilidad de un hogar cerrado en cómodos aposentos. Vivir en Nazaret era vivir como al descampado con un grupo de familias en las que no había secreto entre ellos. Lo que sí compartían la dureza del vivir campesino de ese entonces. El hambre era una amenaza real, después de una mala cosecha. Aún cuando les había ido bien, la alimentación de los campesinos era muy frugal y poco variada: pan, aceitunas, vino, lentejas con algunas verduras completada con higos y un poco de queso… El pescado y la carne se reservaban para las grandes celebraciones…

Jesús hasta cerca de los treinta años vivió como un vecino más en el ignorado y hasta despreciable Nazaret, entre “gente de campo” expresión peyorativa en esa época.

Estos simples datos nos ayudan a entender la extrañeza de quiénes sabían su origen de familia nazarena. Como la expresión de Natanael al ser invitado a conocer a Jesús ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? (Jn.1,46) Con su experiencia de Dios en el silencio agreste de Nazaret, nos ha enseñado a estar abierto al mundo de la creación. Jesús con una intuición llena de encanto, se alegra por el sol y las flores del campo y los pájaros del cielo. Su Evangelio nos devuelve la cercanía del cuidado amoroso de Dios por la vida que bulle en cada ser humano.

Su gran lección, en palabras y gestos, es que la vida humana es el valor supremo en el estado o situación en que se encuentre y ha de ser el centro de interés de todo pensamiento y actividad. No es el tener sino el ser lo que hace feliz a la creatura humana.[1]


[1] Recomiendo leer a la luz de estos datos históricos las parábolas y comparaciones hogareñas de Jesús.



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