miércoles, 18 de junio de 2008

COMIENZO DEL AÑO DE SAN PABLO


Este año la fiesta de los apóstoles San Pedro y San Pablo coincidirá con el domingo próximo. Y este se da una circunstancia especial: comenzaremos el año dedicado a San Pablo, convocado en toda la Iglesia católica por el Papa Benedicto XVI.

Por + Josep Àngel Saiz Meneses - Obispo de Terrassa


El anuncio lo hizo el Papa al final de su homilía durante las primeras vísperas de la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, el jueves 28 de junio de 2007, en la basílica de San Pablo Extramuros, en Roma, la basílica dedicada al gran apóstol de los gentiles, cuyos restos se conservan y reciben una gran veneración en dicho templo.

“Me alegra anunciar oficialmente –dijo Benedicto XVI- que al apóstol San Pablo dedicaremos un año jubilar especial, del 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009, con ocasión del bimilenario de su nacimiento, que los historiadores sitúan entre los años 7 y 10 después de Cristo”.

Desde los comienzo de la era cristiana, la tradición ha considerado a San Pedro y a San Pablo inseparables el uno del otro, aunque cada uno tuvo una misión diversa que cumplir: San Pedro fue el primero en confesar la fe en Cristo; San Pablo obtuvo el don de poder profundizar en su riqueza. San Pedro fundó la primera comunidad de cristianos provenientes del pueblo elegido; San Pablo se convirtió en el apóstol de los gentiles. Con carismas diversos –y no sin algunas tensiones entre ellos- trabajaron ambos por una única causa: el testimonio de Jesucristo y la construcción de su Iglesia.

¿Qué pretende Benedicto XVI al proclamar este año jubilar paulino? ¿Qué sentido hemos de darle en nuestra joven diócesis? La respuesta nos la dio el mismo Papa en la homilía en el curso de la cual hizo el anuncio: aprovechar esta ocasión para unirnos más profundamente a Cristo mediante la fe, la esperanza y el amor, y para dar testimonio de él ante nuestra sociedad de hoy.

Será bueno acogernos a las mismas palabras del Santo Padre. En su homilía, el Papa aludió a un detalle muy personal de San Pablo. Es una circunstancia que nos puede iluminar a nosotros, cristianos de hoy, que sentimos la responsabilidad de dar testimonio de Cristo y “con temor y temblor” –como Pablo- quizá sentimos la dificultad de hacerlo con coherencia y el miedo a que no seamos escuchados.

“Por sus cartas sabemos –dijo el Santo Padre- que San Pablo no sabía hablar muy bien; más aún, compartía con Moisés y Jeremías la falta de talento oratorio. ‘Su presencia física es pobre y su palabra despreciable’ (2 Co 10, 10). Por lo tanto, los extraordinarios resultados apostólicos que pudo conseguir no se deben atribuir a una brillante retórica o a refinadas estrategias apologéticas y misioneras. El éxito de su apostolado depende, sobre todo, de su compromiso personal al anunciar el Evangelio con total entrega a Cristo.”

Este creo que ha de ser el primer fruto de este año paulino: imitar al gran apóstol en la entrega a Cristo y en la valentía en dar testimonio de nuestra fe. “Queridos hermanos y hermanas –añadió el Papa-, como en los inicios, también hoy Cristo necesita apóstoles dispuestos a sacrificarse. Necesita testigos y mártires como San Pablo: un tiempo perseguidor violento de los cristianos, cuando en el camino de Damasco cayó en tierra, cegado por la luz divina, se pasó sin vacilación al Crucificado y lo siguió sin volverse atrás. Vivió y trabajó por Cristo; por él sufrió y murió. ¡Qué actual es su ejemplo!”

Creo que aquí tenemos la clave y el principal objetivo del jubileo paulino que ahora nos disponemos a comenzar.



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