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HACIA EL SESQUICENTENARIO DEL OBISPADO DEL LITORAL
El conflicto que sostenía Buenos Aires y la Confederación Argentina conducida por J. J. de Urquiza terminó -eclesialmente hablando- favoreciendo a la región del Litoral, ya que fue posible hacer realidad un viejo anhelo: la erección de un obispado.
Por el Pbro. Edgar Stoffel
El conflicto que sostenía Buenos Aires y la Confederación Argentina conducida por J. J. de Urquiza terminó -eclesialmente hablando- favoreciendo a la región del Litoral, ya que fue posible hacer realidad un viejo anhelo: la erección de un obispado.
El proceso ante la Santa Sede fue arduo y difícil y estuvo a cargo -en su parte fundamental- de J. B. Alberdi, quien entre otros aspectos y con una concepción netamente "regalista" argumentaba que "Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes tenían todos los elementos necesarios para componer un nuevo obispado: 10.000 leguas cuadradas de territorio sin comprender una parte del Gran Chaco que comenzaba a colonizarse. Había allí 20.000 habitantes católicos, 39 templos y rentas poderosas que deben a su moderna condición comercial".
Mientras se substanciaba el proceso, los anhelos de mayores atribuciones para los delegados eclesiásticos en cada provincia no tuvieron eco por lo cual en 1857, el vicepresidente Del Carril escribía que "... los curas seguirán administrando los sacramentos con la autoridad que tengan o puedan procurarse".
El panorama se presentaba desolador, pero en este momento en que parecía que la región iba a quedar en la absoluta orfandad eclesiástica, Pío IX envía a Mons. M. Marini como delegado apostólico ante el gobierno de Paraná.
Tras permanecer un año y medio en la Confederación, Mons. Marini procedió a crear, sobre la base de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, el Vicariato Apostólico Paranaense a cuyo frente fue nombrado el Pbro. M. Vidal.
Ya en funciones, el vicario apostólico con fecha 9 de octubre de 1858 designó cura de Santa Fe y delegado eclesiástico al Pbro. J. de Amenábar.
Mons. Vidal se encontró con una serie de dificultades: falta de clero, pobreza de medios y embates de la masonería por lo cual su acción pastoral fue limitada, aunque en ese interín erigió parroquias en S. Lorenzo y Puerto Piedras -actual V. Constitución-.
J. del Campillo, enviado al Vaticano en 1859 para negociar el Concordato -aunque no logre este objetivo que hubiese cambiado la historia de las relaciones de la Iglesia con el nuevo Estado-, consiguió en cambio la erección canónica de la Diócesis del Litoral y la designación de su primer obispo.
Con fecha 13 de junio de ese año, el Papa Pío IX expedía la Bula Vel a primis por la cual -con el antecedente del Vicariato Apostólico- se erigió el nuevo Obispado cuya capital fue Paraná, sede en ese momento del gobierno de la Confederación.
La nominación episcopal recaería en el catamarqueño Luis J. G. Segura y Cubas, quien -sin estar aún consagrado- tomó posesión del nuevo obispado el 3 de junio de 1860 y de inmediato se dio a la tarea de organizar la nueva jurisdicción.
En lo tocante a Santa Fe, el flamante obispo nombrará al Pbro. J. M. Gelabert como vicario foráneo para nuestra provincia y durante su gestión se produjo el regreso de los jesuitas a la ciudad capital, lo cual suscitó algunos encontronazos, no por despecho a los miembros de la Compañía, sino por la forma en que había obrado el gobierno provincial.
Lamentablemente, en junio de 1862 fallecía el novel obispo, cuando apenas había podido tomar medidas para la atención pastoral de esta jurisdicción. Al quedar la sede vacante, el Cabildo eclesiástico debió elegir un vicario capitular para la administración de la Diócesis, elección que recayó en M. Vidal Äa la sazón deán- y que tenía la experiencia de haber ejercido como vicario apostólico.
Mons. Vidal gobernaría la diócesis hasta su muerte el 21 de julio de 1865, y en lo que respecta a nuestra provincia fue administrada en octubre de 1863 por la Confirmación en la ciudad capital y que manifestó al gobernador Cullen, su preocupación por el avance de los llamados cultos disidentes.
En cuanto a la acción pastoral, además de los cinco curatos asentados sobre el río Paraná, en la provincia se habían erigido cinco reducciones, las cuales según su opinión eran "otros tantos curatos" que atendían los frailes del Convento de S. Carlos, quienes además se ocupaban en ese momento de atender a los colonos de Esperanza y S. Carlos.
Tras un breve interregno del Cngo. J. M. Velazco, fue designado obispo del Litoral el santafesino José María Gelabert y Crespo, quien tomaría posesión de la sede paranaense el 1º de octubre de 1865, ocasión en que la vecina capital celebraba a su Patrona la Virgen del Rosario. El nuevo obispo comenzaba una labor pastoral que se extendería a lo largo de tres décadas y en la que la feligresía de su vasta diócesis conocería de su preocupación y solicitud por las almas.
La obra de Mons. Gelabert en el Litoral argentino, en general, y en el ámbito de nuestra provincia, en particular, podemos sintetizarla en cinco grandes aspectos: visitas pastorales, construcción de templos y capillas, erección de capellanías, defensa de la doctrina y derechos de la Iglesia frente a los ataques del liberalismo y formación del clero propio o "nacional".
Durante su episcopado, la provincia de Santa Fe sufrirá una tremenda transformación en el plano político, poblacional y eclesiástico debido en gran medida al proceso colonizador y al establecimiento de miles y miles de inmigrantes en nuestro territorio.
La mayoría de los nativos se dedicaba a la ganadería, la función pública y la milicia en tanto los inmigrantes se abocaban a una agricultura aún en pañales.
Para 1895, el gobierno provincial ejercía un dominio real sobre los 132.500 km2 que conformaban su territorio, en tanto la población fuertemente cosmopolita alcanzaba a los 397.188 habitantes. Para entonces, la provincia había sido dividida políticamente en 18 departamentos y sus habitantes se distribuían en 260 centros de población, dedicándose mayoritariamente a la agricultura, el comercio, el transporte ferroviario o actividades conexas, con una o todas las actividades señaladas.
La Iglesia no había quedado al margen de este proceso y en 1896 había 8 parroquias, 79 iglesias (muchas de las cuales hacían las veces de parroquias), 12 capillas y 10 oratorios, además de varias decenas de sacerdotes italianos, españoles y egresados del Seminario Conciliar.
Tal la importancia de esta nueva Iglesia para los santafesinos a la que dejamos de pertenecer en 1897 con la creación del Obispado de Santa Fe.
Fuente Diario El Litoral
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