Independientemente de la santidad o no de los sacerdotes, del Obispo, Dios se ha quedado y uno tiene que verla y reconocerla con fe a la Eucaristía. Este Cristo es el testamento que nos dejó, es su Cuerpo para robustecernos, para alimentarnos, para fortalecernos, para enviarnos, para dar sentido a nuestra vida.
Reflexión de Mons. Rubén Oscar Frassia
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