En los difíciles tiempos que estamos viviendo, debemos aumentar las precauciones a fin de cometer la menor cantidad posible de errores. Más allá de la realidad de que estamos atravesados por las emociones, fruto de lo que ocurre en el mundo y en la Iglesia, debemos hacer lo posible -y no es empresa fácil- por mantener la cabeza fría a fin de juzgar prudentemente.
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