Cuando la gran santa española, Teresa de Ávila, emprendió la reforma carmelita con la fundación del monasterio de San José de Ávila, no podía ni imaginar que pocos años después, en 1577, su nombre se convertiría en objeto de excomunión por partida doble.
Por Cristina de Magistris
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario