El abandono de muchos obispos y sacerdotes hacia sus fieles durante más de un año, aterrorizados en algunos casos por el virus y en otros, atacados de un civismo exacerbado que los llevó a ir mucho más allá de las normas impuestas por las autoridades, provocó que los templos en los que se celebraba la misa en el rito tradicional, y se da la comunión en la boca, vieran aumentar su feligresía en términos muy notables.
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