San Efrén (306-373 d.C. aprox.), padre de la Iglesia, expone en esta epístola a un monje una serie de cuestiones espirituales relativas a la vida monástica, entre ellas la humildad, la vivencia de la caridad y la exhortación a que el cristiano sea siempre fiel a la fe que ha recibido de la Iglesia Católica
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