En
Pentecostés celebramos el fruto de la novedad de la Pascua, con el que se
inaugura una nueva presencia de Dios en el hombre, en sus hijos. Podríamos
decir que Dios no se contenta con expresar su voluntad o guiar al hombre a
través de una palabra o mandamiento, sino que nos quiere comunicar esa misma
palabra o voluntad interiormente como gracia. Con este nuevo modo de presencia
de Dios se cumplen las profecías del Antiguo
Por
Mons. José María Arancedo
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