
La reciente avalancha de suicidios por parte de ricos y famosos es un síntoma de nuestra creciente sensación de tristeza. Disfrutamos de las condiciones sociales, tecnológicas y económicas que se hubieran considerado utópicas hace menos de un siglo. Sin embargo, la infelicidad e incluso la depresión están en niveles récord. ¿Por qué?
Por Regis Nicoll
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