“Al ver aquello, Jesús hizo un látigo con unas cuerdas y los echó a todos del templo, junto con las ovejas y los bueyes. Arrojó al suelo las monedas de los cambistas y les volcó las mesas. A los vendedores de palomas les dijo:–¡Sacad eso de aquí! ¡No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre!” (Jn.2, 15-16)
Por Mª Virginia Olivera de Gristelli
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