sábado, 13 de septiembre de 2008

La Exaltación de la Cruz


“En tus manos encomiendo mi espíritu, tú el Dios leal me librarás” (Sal 31)
La cruz que se eleva en el calvario es signo y realidad de la salvación eterna de toda la humanidad.


Por Mons. Marcelo Martorell

“A la manera que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que creyese en él tenga la vida eterna” (Jn.3,13 )

Tanto el texto de Num.21, 4-9 como el del Evangelista San Juan 3,13-17, hacen contemplar la cruz del Señor, y al contemplarla, meditar en el inmenso misterio de la salvación del hombre y de su encuentro con la vida eterna.

La Cruz encierra el gran misterio del amor de Dios por la obra de su creación, sacar al hombre del pecado y de la muerte; haciéndonos contemplar al mismo tiempo el dolor que encierra el sufrimiento del Hijo en la Cruz… Dice el Profeta Isaías, “Muchos se espantaron de él, desfigurado no parecía un hombre… Despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores acostumbrado a sufrimientos (Is. 52,14; 53, 3) y Juan como los demás evangelistas habla en la descripción y relato de la Pasión, habla de Jesús traicionado, insultado, abofeteado, coronado de espinas, escarnecido y presentado al pueblo como un rey burlesco, condenado… Crucificado en la Cruz de Salvación.

La serpiente elevada fue signo de salvación para los judíos peregrinos en el desierto que fueron condenados por su idolatría y pecados; la cruz que se eleva en el calvario es signo y realidad de la salvación eterna de toda la humanidad, cruz que implica el dolor y el sufrimiento del Mesías, no sólo como cumplimiento de las Profecías, sino también paradojalmente como signo del inmenso amor de Dios por los hombres…

El Profeta también describe la causa de tanto sufrimiento: “Fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes e indica también su valor expiatorio: “nuestro castigo saludable vino sobre él, y sus cicatrices nos curaron” (Is.53,5); no falta ni siquiera el sentido de repulsa por parte de Dios “Nosotros lo estimamos herido de Dios y humillado” (Ib.4), que Jesús expresó en la cruz con el grito “Dios mío, Dios mío, ¿Porqué me has abandonado?”(Mt.27,46)

Jesús se deja conducir a la Cruz, pero también expresa libérrimamente su voluntad de ir a la muerte de cruz… “Nadie me quita la vida sino que yo la entrego libremente” (Jn.10,18) y él mismo aludiendo a su Pasión dice “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn.12,32). Todo esto demuestra que la Cruz de Cristo se halla en el centro mismo de la salvación, ya prevista en el Antiguo Testamento, no solo con la imagen de la serpiente, sino con la descripción de Isaías sobre los padecimientos del Siervo de Dios, figura del Mesías que salvaría a la humanidad, no con un triunfo terreno y poderoso, sino con el sacrificio de sí mismo.

Siendo este el camino que cada uno de nosotros debe recorrer para encontrar la salvación…” quien quiera seguirme que tome su cruz y me siga”, camino duro para los hombre, pero el mismo Cristo en los días de su vida mortal y a gritos y con lágrimas , presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de tanto dolor y de la muerte “Abba Padre, tu lo puedes todo, aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras”(Mc.14,36) Cáliz que es la Cruz, Cruz de dolores y sufrimientos; pero que nos muestra la gloria de la Resurrección y por eso gritamos ante el mundo ¡Oh Cruz gloriosa! “Tu Cruz adoramos Señor, y tu santa Resurrección alabamos y glorificamos. Por el madero de la Cruz ha vuelto la alegría al mundo entero”.

La Iglesia nos propone el mismo itinerario y tras de haber llorado la muerte del Salvador, estalla en un himno de alabanza y se postra en adoración “Tu cruz adoramos oh Señor y tu santa resurrección alabamos y glorificamos. Por el madero de la Cruz ha venido la alegría al mundo entero” ( M .R.) Y con los mismos sentimientos la liturgia nos invita a nutrirnos con la Eucaristía, que más que nunca hoy, resplandece en su realidad de memorial de la Pasión y Muerte del Señor. Resuenan las palabras del Señor: “Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros, haced esto en memoria mía” (Lc.22,19) y San Pablo que nos dice: “Cada vez que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva”(1Cor. 11,26)

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